Con su intervención Malala también puso de manifiesto una evidencia: pese a ser sólo una adolescente se ha convertido en un icono mundial de la libertad, de la igualdad de la mujer y, en definitiva, de la educación. Prueba de ello es que también ha recibido el Premio Sajarov on el que el Parlamento europeo destaca la lucha por la libertad de prensa y ha sonado como una firme candidata al Nobel de la Paz.
Con todo, su historia no comienza este 2013 de la mano de los reconocimientos mundiales, ni siquiera el pasado 2012 cuando la dispararon, empieza mucho antes, en 2009, cuando sólo tenía doce años. Entonces ya era una férrea defensora de su derecho a recibir una educación y comenzó a escribir un blog en la página de la BBC en udu -una de las lenguas que se hablan en Pakistán- cómo iba a clase de forma clandestina.
«Tengo derecho a la educación, a jugar, a cantar, a ir al mercado, a que se escuche mi voz (...) En el mundo las chicas van a la escuela libremente y no hay miedo, pero en Swat cuando vas a la escuela tienes mucho miedo de los talibanes. Ellos nos matarán. Nos lanzarán ácido a la cara. Pueden hacer cualquier cosa», escribía la joven bajo el seudónimo Gul Makay.
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